"LA MONTAÑA"

BIOGRAFIA DE ELISEO POR PEDRO KROPOTKIN

PROLOGO DEL LIBRO “LA MONTAÑA” 


El 4 de julio de 1905 perdimos a uno de nuestros mejores camaradas y amigos: Eliseo Reclus. Murió a la edad de 75 años, en una aldea belga, suplicando a sus parientes y amigos no hicieran ninguna ceremonia en su entierro, y rogando a su sobrino Paul le acompañara él solo al cementerio. Allí fue sepultado cerca de su hermano Elías, el amigo íntimo de toda su vida.

Con Eliseo Reclus el movimiento revolucionario obrero del mundo perdió una de sus más hermosas figuras, uno de sus más ardientes defensores. Y la ciencia perdió en él uno de los que mejor habrá sentido y vivido el vínculo que une al hombre a la tierra entera, así como al rincón del globo en que lucha, sufre y goza de la vida.

Los hechos exteriores de su carrera son bien conocidos. Nació el 15 de marzo de 1830 en la Gironda, en Sainte-Toyla-Grande. Su padre era un pastor protestante, un hombre eminente. Pertenecía a esa raza vigorosa que ha sostenido tantas luchas para mantener su derecho a creer en otras cosas que las ordenadas por la Iglesia: un hombre que vivió toda su vida amando a los campesinos, a los que están perpetuamente inclinados sobre la tierra. Un día , a la edad de 70 años, divisa en el campo a un joven campesino que entierra su caballo, muerto de ántrax. “Tu eres joven-le dice el viejo pastor-, y arriesgas tu vida. Yo soy viejo en cambio. Vuelve a casa: yo voy a enterrar la bestia.” El campesino rehusó; pero luego accedió a los deseos del anciano, que estuvo trabajando todo el día, enteramente solo hasta que ,a la caída de la noche, el pesado animal estaba enterrado.

La madre de Reclus era también una mujer notable. Había pasado su vida entera enseñando en las escuelas. Se aproximaba a los 70 años, cuando comprendió que en su instrucción había una laguna. No conocía la física. Entonces se puso a aprenderla, concienzudamente, y al cabo de un año, la enseñaba a sus alumnos.

La familia era numerosa; tenía doce niños. Elías era el mayor y Eliseo el segundo. Eran muy pobres, y desde muy pequeño Eliseo tuvo que trabajar y por eso conservó toda su vida ese respecto por el pan, que con tanta frecuencia fue durante su juventud su único alimento. Un pan, una manzana, y un poco de uvas, le bastaban para vivir y trabajar.

Hizo sus primeros estudios universitarios en la facultad protestante de Montauban. Su padre quería hacer de él un pastor. Pero, desembarazado oportunamente de los prejuicios religiosos, con su hermano Elías, se dirigió a Berlín, en dónde el gran geógrafo Karl Ritter atraía entonces una juventud ávida de instruirse en esas grandes y hermosas generalizaciones sobre la vida de la Tierra y de sus habitantes. Hicieron gran parte del camino a pie, acompañados de un perro, para el que reservaban en la tarde la sopa, mientras que los dos hermanos se contentaban con pan seco..

En Alemania se encontraban ambos durante la revolución de 1848. De vuelta a Francia, debieron abandonarla en seguida después del golpe de Estado de Napoleón III; y en 1852 Eliseo se refugió en Londres. De allí paso a Irlanda, donde abrazó con todo ardor la causa del pueblo irlandés, reducido al hambre por los ingleses, que le había quitado sus tierras y arruinado sus industrias rurales. Recorrió los campos, conoció al pueblo irlandés en su vida diaria de hambre y miseria y aprendió a amarle para siempre. Después a América en donde hizo el viaje, que relató más tarde en su libro encantador. (Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta, 1861).

Los dos hermanos no retornaron a Francia hasta 1857. La Europa despertaba con ese gran movimiento que produjo los levantamientos de Garibaldi, la liberación de una parte de Italia, la abolición de la servidumbre en Rusia y los Estados Unidos comenzaban la campaña que había de abolir para siempre la abominable esclavitud. Las ciencias naturales entraban al mismo tiempo en esa hermosa época del despertar, que transformó en los años de 1854-1862 el aspecto entero de la ciencia moderna.

Eliseo Reclus se impregnó de esa doble corriente humanitaria y científica. Supo interesar a los franceses en el gran movimiento abolicionista que comenzaba en América. Se lanzó a la corriente antiimperialista que comenzaba a dibujarse en Francia desde el año 60 y tomó parte en las conspiraciones de la época contra el Imperio.

Pero un nuevo movimiento nacía ya: las agitaciones del proletariado francés que debían despertar a los proletarios del mundo; y Eliseo tomó parte en los principios del movimiento. A partir de 1865, formaba parte de la Internacional – es decir, en la época de las primeras reuniones, por las que se constituyó en 1864; y mucho antes de que se fundase la alianza de Bakunine, Eliseo pertenecía ya a la asociación secreta fundada en Italia, también por Bakunine con el nombre de “Fraternidad Internacional” – asociación disuelta en 1869. De hecho, Eliseo era comunista antes de la fundación de la Internacional (su hermano Elías, fourierista convencido, publicaba un periódico fourierista bajo el Imperio), la gran Asociación de los Trabajadores no hizo sino ofrecer a los comunistas franceses un nuevo campo de acción internacional. Si no me equivoco, obligado una vez más a refugiarse en Inglaterra, bajo el imperio, formó parte del consejo general de la Internacional en Londres, o al menos tomó participación en algunos trabajos de ese consejo.

Hacia el fin del Imperio, Eliseo estaban en Paris dedicado a sus trabajos geográficos. La historia de un arroyo y la Tierra, le dieron de un golpe el renombre de un gran geógrafo.

Como todo lo que Reclus ha escrito, esas obras, son de una belleza extraordinaria. Desde el principio al fin, la manera de exponer los panoramas generales o de describir tal o cual rasgo de la naturaleza, es de una fuerza, de una belleza y de un a finura que, salvo en Alejandro Humboldt, no tiene igual en toda la literatura del siglo.

Yo le contaba un día cómo me había preocupado en Madrid contemplando las obras de Murillo, esta idea: “¿Por qué lo que es bello vive durante siglos?” - ¿Lo bello? Es una idea pensaba en sus detalles, me respondió.

Después, cada vez que leía una de sus páginas, me acordaba de esa definición. La Madona de Murillo no sería bella si cada detalle – sus manos, sus cabellos, hasta los pliegues de su manto – no estuviesen de acuerdo con la idea fundamental del cuadro: el éxtasis del amor puro. De igual manera una página de Eliseo perdería su belleza si la idea fundamental no estuviese tan bien pensada en sus detalles, que cada uno de éstos, cada idea secundaria, vienen a encuadrarse y reforzar la idea dominante de la página, del capitulo o del libro.

Sobrevino la guerra de 1870-1871, el sitio de Paris, la Comuna. Eliseo Reclus se inscribió en la compañía de los aeronautas, dirigida por su amigo íntimo, el fotógrafo Nadar, y le ayudó en esa organización, maravillosa para le época, por medio de la cual Paris sitiado estuvo en comunicación regular con los departamentos.

Pero los acontecimientos se precitaban. La energía revolucionaria socialista, acumulada en Francia y sobre todo en Paris, durante los últimos años del Imperio, no podía disiparse en pura pérdida, sin tratar de manifestar a la luz del día, sin colocar a lo menos un jalón para el porvenir, y la revolución del 18 de marzo estalló en París.Aquí, Eliseo, que ha odiado siempre los galones y se ha sentido siempre pueblo, dio el verdadero ejemplo.

Cuando los jefes blanquistas y jacobinos aceptaban los puestos en el gobierno de la ciudad en revuelta y hasta los internacionalistas aceptaban sus nombramientos para el Consejo de la Comuna, Eliseo se colocó sencillamente en las filas de los federados. Su hermano Elías, adorador del arte antiguo, se ponía a las órdenes de Vaillant y salvaban en las bodegas, durante el bombardeo y el incendio, los tesoros del Louvre y de la Biblioteca Nacional, casi bajo el fuego de los versalleses.

Desde el principio, la comuna proyectaba una salida sobre Versalles. Se efectuó en la primera mitad de abril y Eliseo tomó parte en ella. Fue hecho prisionero – en la llanura de Chatillón – y bebió toda la copa de los sufrimientos físicos y morales de que la burguesía triunfante ofreció a sus prisioneros.

“Cuando entramos en Versalles – cuenta Eliseo – las turbas de burgueses, con sus damas galantes del brazo, nos recibían con todos los insultos imaginables, mientras, con las manos ligadas, desfilábamos ante ellas. Un hombre – creí reconocer en él a un miembro de la Sociedad de Geografía – gritando: “¡Ah el canalla!” me asestó un puñetazo formidable en la cabeza. Su mujer me golpeaba con el quitasol… Después de todas las fatigas de la noche precedente, caí desvanecido…”

Luego vinieron todos los horrores de la llanura de Satori, etc. Y fue condenado a la deportación. Una petición de sabios ingleses, firmado por Darwin, Wallace y muchos otros, le devolvió la libertad y se estableció en Suiza, donde publicó, con Lefrancais, una revista socialista Le Travailleur, y más tarde llegó a ser el amigo y colaborador activo de La Révolte. Guardó la misma amistad a La Révolte y a los Temps Nouveaux y hasta su muerte continuó colaborando.

En Suiza escribió este libro encantador, LA MONTAÑA, y comenzó su obra cumbre Geografía Universal, la Tierra y los hombres. Toda la prensa sabia y popular rindió homenaje a esta obra monumental, que dio, en 19 gruesos volúmenes, la primera y la mejor descripción de toda la Tierra y de sus habitantes. Esta obra le costó veinte años de su vida.

Muchas “geografías” parecidas han sido publicadas después, las más condensadas en tres o cuatro volúmenes, las otras mas detalladas en parte. Mas ninguna ha dado una vista tan admirable de cada región geográfica y de sus habitantes. Ninguna ha sido inspirada por el mismo amor del hombre al hombre y a la tierra toda.

En 1892, cuando las innobles persecuciones dirigidas en Francia, contra los libertarios, los dos hermanos, Elías y Eliseo, abandonaron este país y fueron a establecerse en Bruselas. Allí Eliseo dedicó una gran parte de su tiempo a la creación de la Universidad Nueva, al globo terrestre, a su Instituto Geográfico, y comenzó una nueva obra , El Hombre y la Tierra, que terminó algunos meses antes de su muerte. Esta es la historia del hombre, relatada en relación de los diversos medios que las diversas naciones han habitado, y la conclusión de esta obra. (lo que hizo que su publicación fuese rehusada por algunos grandes editores) es la Anarquía. La Anarquía es para Eliseo la última palabra de la evolución humana, el punto hacia el cual la civilización humana marcha necesariamente..

Tal es la obra inmensa de geografía y de historia acabada por Eliseo Reclus. Mas no es solamente la obra de un sabio geógrafo. Esta obra lleva en todas partes el sello del libertario profundamente convencido que fue Reclus; y es más grande aún porque lleva ese sello.
La hipótesis de un creador o de una sabiduría divina dirigiendo al hombre en sus destinos, no ha encontrado en su obra plaza. Como no la encontró en el Sistema del Mundo, de Laplace.
Y lo mismo ha desterrado absolutamente la hipótesis de los gobiernos y de los hombres providenciales llevando a la humanidad hacia sus fines. El hombre, desde el salvaje más humilde, aparece tal como es: lleno de buenas intenciones, pero ignorante y por consecuencia siendo fácilmente la presa de los terrores que le inspira la naturaleza incomprendida. Pero cuanto menos gobernado, es cuanto más libre, el hombre es más bueno.

El amor a la Naturaleza y al hombre libre se desenvuelve a cada página de toda su obra. Es la obra de un geógrafo, más es además la de un profundo libertario. El espíritu libertario es, en efecto, el fondo de la naturaleza de Eliseo Reclus.

Jamás buscó él dominar o gobernar a nadie. Por eso él mismo no se dejaba dominar., siempre se consideraba igual a los demás. Yo fui vivamente sorprendido el día que entré por primera vez en su gabinete de trabajo, invitado por él para ayudarle en la redacción del volumen sobre la Rusia asiática.

- ¿Qué debo hacer? – le pregunté.

- He ahí los libros. He ahí las cuartillas. ¡Haz lo que quieras!

Fui muy sorprendido desde luego. Mas dos o tres días más tarde me apercibí que era el verdadero medio de organizar la colaboración del modo que fuese más útil y más expeditivo.
Ese sentimiento de igualdad, Eliseo lo tenía para todos. Llegaba a un villa, y ya fuese en Europa o en las profundidades de América del Sur iba, ante todo, a encontrar al grupo, o al periódico, o al único libertario del lugar, y le preguntaba en qué podía serle útil en aquel momento y sobre qué punto. Si se le decía: “Aún quedan treinta líneas para escribir para el diario sobre tal acontecimiento en España” él cogía los documentos y redactaba en un rincón de una mesa las treinta líneas, ni más ni menos.

KropotkinCuando se preparaba el gran proceso de Lyón, Eliseo escribió una carta al juez de instrucción para ponerse a su disposición como interesando su parte de responsabilidad en los acontecimientos de la región lionesa. ¡Se guardó mucho de invitarlo! Se comprende bien la respuesta que habría dado.

Este espíritu de igualdad – profundo verdadero – y este odio a toda autoridad, ha hecho de Eliseo Reclus una de las más bellas y de las más verdaderas personificaciones del espíritu libertario. Además era profundamente comunista, y si una colonia comunista se fundaba, bastante grande para garantizar la tranquilidad necesaria para su trabajo, en cambio de cinco o seis horas de labor manual, hubiera sido profundamente dichoso de sumarse a ella. Le era necesario a su lado jóvenes para inspirarles e inspirarse él mismo y rejuvenecerse con ellos. Nadie jamás le hubo visto más contento que cuanto estaba en una buena reunión de jóvenes revolucionarios. Sus ojos brillaban entonces con el entusiasmo de la juventud.

He aquí por qué ha ejercido una influencia tan profunda sobre toda una generación, inspirándole el sentimiento de la alta labor que nos incumbe para hacer levantar el espíritu de la verdadera igualdad y de completa libertad en el seno de las masas, para que éstas sepan y puedan hacer una Revolución.